domingo, 10 de mayo de 2015

Papa Francisco











Estimado Papa Francisco:

Su actitud abierta, su buena voluntad, la confianza que me inspira, me permiten dirigirme a usted como a un hermano en Jesús.

Le escribo desde el  escepticismo de ser atendida y de que sea considerada mi petición. No obstante, siempre queda un rayito de esperanza sobre una cuestión tan razonable. Se trata de un derecho reconocido en  las constituciones de la mayoría de los países.

Me cuesta tanto  admitir la situación en que vivimos las mujeres cristianas,  que no tengo más remedio que dirigirme a usted como el responsable de que se mantenga esta situación.

Las leyes civiles de las naciones  adelantadas del mundo reconocen a la mujer la plena capacidad para desarrollar todas las funciones sociales y políticas en igualdad con el hombre.

Sin embargo, la Iglesia Católica, a la que pertenezco desde hace 74 años, mantiene contra viento y marea el anacronismo de negar a la mujer  el ejercicio de los mismos derechos y  responsabilidades  que  ejerce el hombre.

Estoy segura de que usted comprende mi indignación, por eso le dirijo esta carta.

Me voy a permitir parafrasear a Monseñor Romero:

Le suplico, le ruego, le ordeno que

CESE LA DISCRIMINACIÓN POR RAZÓN DE SEXO

Por favor, reconózcanos oficialmente  como personas completas.

Y también nos debería pedir perdón por la cantidad de sufrimiento y las consecuencias que dicha discriminación ha acarreado a las mujeres de todo el mundo y  en todos los órdenes a lo largo de los siglos.

Un cordial saludo.



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